miércoles, 12 de noviembre de 2014

Lectura Literaria en la Residencia Santa Teresa


La tarde se presentó fría pero se hizo cálida con el afecto y el cariño con el que nos recibieron  los abuelos y abuelas de la  Residencia Santa Teresa.




Antes de comenzar nuestra lectura.

María del Mar, la educadora social del centro, presentaba a la Asociación Literaria Café de Palabras.

El público  nos escuchaba muy atentos.

Después de romper el hielo, les conté un pequeño cuento y acto seguido fui presentando a mis compañeros y compañeras.


Paco y sus cuentos de rubias...

Carmen y sus campañas...

Miguel  nos dejó un rico olor a infancia y  magdalenas...

 Juana y su riña de novios...

Cristóbal y sus hermosos poemas...

Marina contó la anécdota de una amiga suya y una muñeca rota, luego cantó para disfrute de las personas  presentes.

Patricia nos deleitó con la historia de su abuela Libertad.

Pedropa nos hizo viajar hasta Santa Teresa...

Y llegó el turno de la experiencia de la mano de María del Mar.

La escritura no tiene edad y aprendimos que nos tienen que contar mucho todavía.

Un sabio amante de los libros.

Otros sabio que nos trajo la experiencia de su pueblo.

Esta mujer nos leyó un hermoso poema.



La tarde se nos hizo corta, el corazón lo trajimos un poquito más ensanchado. Estas cosas pequeñas se hacen grandes con cariño.





sábado, 27 de septiembre de 2014

MICRORRELATOS AL VUELO


El microrrelato es un género literario que se caracteriza por su brevedad. En nuestra asociación creamos micro cuentos o micro historias a partir de disparadores creativos como la música, una frase, una palabra, etc., escritos en muy poco tiempo; entre cinco y diez minutos. Aquí os dejo una muestra de algunos de estos microrrelatos.

NEPTUNO
En clase aprendió que el mar estaba habitado por el dios Neptuno. Esa tarde caminó hasta la playa e introdujo los pies en el agua. Fijó los ojos en el horizonte y dijo: si me amas quiero una señal. Sonrió ante la estupidez del juego. De pronto notó un picotazo en el tobillo y vio alejarse un pez. Cuando quiso salir de la orilla su cuerpo se llenó de escamas.

ANÓNIMO
Guardo todas tus sonrisas junto a todos mis sueños contigo. El día que cumpla mi sueño,  sonreirás  conmigo.

COLEGIO
En el  recreo, Marta me ha tirado de las coletas. Se me han caído dos pecas al suelo y me he puesto a llorar. Al preguntarme, le he dicho que las había perdido para siempre porque no las podía encontrar entre la arena.  Ella se disculpó,  abrió la palma de su mano y me ofreció un puñado de las suyas.

UN LARGO BAÑO DE ESPUMA
A Sarita le gustaban los baños de espuma, porque dice que son nubes que flotan en la bañera. Cuando su madre la sumerge, la niña despliega sus brazos y vuela por el cielo hasta que el agua se enfría. Algunas veces, la baña su papá, pero con él se resiste, cuando le preguntan por qué, ella contesta que  con él siempre hay pulpos debajo del agua.

MIMO
El tic tac del reloj se asoma al patio, donde Marcel el mimo ensaya como ser una fuente. La música marca el tiempo que pasa a su alrededor.  Desde mi ventana pienso, cómo de alguna manera todos somos mimos, igual que yo mirando ahora desde este marco.



Encarni Fernández Sánchez





miércoles, 17 de septiembre de 2014

Noticias surrealistas


Sucesos    Jaén, 2 de septiembre de 2014
___________________________________________
Jorge Expósito Serrano/Autor

Hombre se suicida de improviso  
 A primera hora de la mañana
del lunes pasado, un hombre,
presa del pánico ante una
presuntamente revolución 
feminista inminente, bajó cinco
pisos por la ventana al encontrar
el ascensor ocupado por una horda
de sostenes.
Por desgracia, el hombre, en lugar
de caer al vacío como se suele hacer
en estos casos, cayó al suelo. El cadáver 
del hombre salió ileso. Sin embargo los
sujetadores necesitaron ayuda psicológica
y actualmente se encuentran en rebajas.
El responsable de El Corte Inglés en el que
se precipitó el sujeto se defiende afirmando
que el montacargas estaba estropeado.



Nota: Esta noticia es un trabajo de taller
de verano de nuestro compañero más joven, 
Jorge.



viernes, 12 de septiembre de 2014

VERSOS QUE CAMINAN, PALABRAS QUE SUEÑAN. Participación de Cristina Piñar


Foto: E. Fernández

A quien Dios quiso bien…

¿Para que le haría yo caso a mi madre? “Preséntate también a las oposiciones en Andalucía, niña, que allí hay más plazas y aquello tiene que ser precioso”. Cuando recibí la llamada en el móvil y vi aquel número tan largo, supe que era de la bolsa de trabajo. Me temblaba todo el cuerpo. Seguro que me mandaban a un pueblo perdido de la sierra de da igual que provincia. Crucé los dedos y cogí el teléfono. Efectivamente, al otro lado se encontraba un funcionario de la Junta de Andalucía comunicándome que había surgido una baja para todo el curso en un colegio de Jaén capital. “¡Vaya!, pensé, “¡al menos no es un pueblucho de mil habitantes!”.

            Me dieron tres días hábiles para incorporarme a mi nuevo puesto de trabajo. Al ser miércoles, tenía casi una semana para sacar los billetes, buscar piso, y acomodarme en la ciudad. Recopilé información en Internet y comprobé que Jaén es pequeño y tiene unos alquileres bastante baratos. Esto me pareció estupendo, pues podría ahorrar más. Eso si, me costó encontrar un autobús o tren a una hora que medio me interesara para desplazarme hasta allí. Por supuesto nada de alta velocidad ni primera clase, tan solo el regional y buses normales y corrientes.

            Aún no había salido de casa y ya conocía varios aspectos positivos y otros tantos negativos del lugar al que me dirigía. Según leí en algunos foros, allí no hay ni otoño ni primavera, se pasa directamente del frío invierno al caluroso verano y viceversa, con unas temperaturas, no aptas para cobardes, que pueden llegar a rondar los 40 grados. De todas formas, esto es algo que prefería comprobar por mí misma, pues tenía entendido que la gente del sur es un poco exagerada.

            Mi autobús llegó a la estación de Jaén a las once de la noche, y al no conocer bien el terreno, decidí coger un taxi que me llevara al piso que había alquilado. Casi no me había sentado cuando el taxista dijo: “Ya estamos aquí, señorita”. El recorrido se me hizo cortísimo y entendí que las distancias en la capital jienense no son muy grandes. Otro punto positivo para la ciudad. Además, el hombre fue muy amable, aunque a penas nos dio tiempo a intercambiar unas palabras.

            Hasta ahí mi primera noche en la llamada capital del Santo Reino (algo de lo que me enteré más tarde). Hice la cama y me acosté. Al día siguiente comenzaba mi pequeña aventura en Jaén y aunque tengo que reconocer que al principio no me gustaba nada la idea de trabajar allí, sentía curiosidad por conocer nuevas gentes y lugares.

            Mi primer día de trabajo en aquel colegio fue fenomenal. Los compañeros súper simpáticos, los niños una monada, y el edificio, situado en pleno centro histórico, resultaba encantador. El piso estaba cerca, por lo que podía ir andando, de buena mañana, dando un agradable paseo por las empedradas calles. Eso si, adiós a los zapatos de tacón y bienvenida a las cuestas. ¡Porque mira que hay cuestas en esta ciudad!

            Conforme pasaban los días, más me gustaba Jaén, aunque había, y sigue habiendo cosas, que nunca entenderé. El dicho ese de “Jaén ni poyas” no me gusta nada y me resulta bastante ordinario, pese a que ya me han contado sus posible orígenes que no tienen nada que ver con lo que, a priori, se pueda pensar. Tampoco comprendo a quien se le ocurrió la “feliz idea” de construir un tranvía absurdo e innecesario para la ciudad que, para colmo de males, ni siquiera ha llegado a funcionar, bueno si, tan solo unos días en el llamado periodo de prueba. Las pintadas en las paredes de las calles es otra cosa superior a mí. Afean el entorno y dañan la imagen de la ciudad, al igual que los chicles en el suelo y algún que otro excremento de can (mierda de perro dicho finamente).

            Lo que me encanta es el Castillo de Santa Catalina, la Catedral, los Baños Árabes; dar un paseo por el Parque del Boulevar; tomarme una cerveza fresquita con su tapa correspondiente en las tascas de San Ildefonso; la amabilidad y simpatía de los jienenses, sus bromas y chistes; poder ir a todos lados caminando… La verdad es que, poco a poco, me hice a esta ciudad a la que no quería venir, a sus calles, a sus plazas, incluso a sus empinadas cuestas. A los días de lluvia con aire (¡cuántos paraguas habré roto desde que estoy aquí!) y a las jornadas de calor insoportable en las que ni el helado ni la cerveza refrescan.

            Dicen que el tiempo pasa rápido cuando se disfruta y eso mismo es lo que me ha pasado a mí. Ahora, cuando quedan un par de semanas de curso, escribo estas líneas recordando mi andadura por Jaén y me entra nostalgia de pensar que pronto me marcharé. Espero que esto no sea un adiós, sino un hasta luego. ¡Cuánta razón tiene el dicho de “A Jaén se entra  llorando y se sale llorando”!

Cristina Piñar Morales

           


           

sábado, 30 de agosto de 2014

VERSO QUE CAMINAN PALABRAS QUE SUEÑAN. Colaboración de José Miguel Prieto

Fotografía: E. Fernández

La Mella
En Jaén hay una montaña que se le cayó un diente de leche y así quiso quedarse.
Metáfora, alegoría, recordatorio permanente para los que recuerdan el primer beso, la promesa que se hizo olvido, las palabritas que juraban que no habría otros labios de primavera, ni de miel, ni siquiera de torrijas caseras.
Tampoco faltaría la ilusión de volar escribiendo. Quedar transíos por un  amanecer, soleá del que a solas canta sus fatiguitas escondidas, dormir sin pijama…
Esa montaña en sus venas encierra todas las faltas de los que por esta vida andan.
Recuerdos,  y pellizcos a la barra de pan, mirinda de naranja, mentirijillas de limón.
Al hacerse de día apareció en sus faldas calizas un cartel que no ponía Holiwood, era muuucho más largo:
“Ahhh, la magia de los perdedores, siempre les faltará un trozo de tarta, pero no de ilusión, de sueños… sentaros aquí conmigo”.
Lágrimas amantes convertidas en misterio, manantial Caño Quebrao; quebrao como el corazón, como el tallo de una flor, como 2/3, como el que come solo espagueti; fué diosa, cielo, tierra, ambrosía, música, licor y todo lo dejó.
Brisa de oriente que abanica el alma entre pinares, masaje en la espalda,  bálsamo del tiempo.
Decid a los naranjos de la Plaza de San Bartolomé que sufro su ausencia, y la distancia, y el recuerdo de sus palabras de azahar, su mirada de ojos verdes y la fuente donde el pelo me mojé y sentí lo más bonito de la vida.
¡Ay!, La Mella hizo su llamada, y hubo  respuesta flamenca, duende de un toque por alegrías de la guitarra de José cuando está a gusto;  jamón del güeno, queso del Gorrión, cerveza El Alcázar; risas de los mojitos y miradas al infinito.
Por Abril se habla a los árboles y a la fuente;  se recita el mensaje de la montaña para sus naranjos.
No prometo nada, pero un día, un día, habrá un naranjo junto a ella. Aunque sea en una maceta.

José Miguel Prieto Palomino
     

martes, 19 de agosto de 2014

VERSOS QUE CAMINAN, PALABRAS QUE SUEÑAN Colaboración de Encarna Fernández



Vuelo en la noche


   Apenas faltan unas horas para que amanezca. Camino hacia casa después de una noche de insomnio. En el parque, un hombre frente a la estatua de la Victoria, grita: ¡préstame tus alas Atenea!, ¡déjame volar sobre el horizonte! Dame ese privilegio porque soy el espíritu de la ciudad, éste que vaga a deshoras, que se ha perdido entre escombros  y descampados por el casco antiguo, esa parte donde comenzó la urbe y se extendió en hileras de casas que ahora se caen en pedazos. Monumentos que hablan más del pasado, por sus grietas, que de un presente atento y pulcro.

   ¡Vamos Diosa de la Victoria, al menos baja unos instantes y mira las nuevas cicatrices que han dejado los raíles a tu alrededor! Tú también callas, permaneces en silencio con tus alas desplegadas, erguida en ese pedestal que te hace sublime y a la vez lejana a los problemas mundanos. Yo también  pensaba que mi lugar estaba en todas partes, o en ninguna, pero desde que las calles se abren ante mí, una a una, barrio a barrio, desde los hogares hasta los palacios y el castillo con sus torres, desde sus leyendas y su historia hasta el cementerio de San Eufrasio, desde la Catedral hasta  las iglesias… Mi existencia nace en cada lugar, para añadirse a cada rincón, a casa monumento, a cada plaza. Esta batalla no te interesa, lo sé, es toda mía.

   El hombre parece abatido, cierra los ojos, los abre, y continúa gritando nombres de avenidas, travesías, callejones… como si  un padre nombrara a sus hijos e hijas.
   Extenuado y cabizbajo, se dirige a la marquesina y espera, espera al tranvía hasta que aborda el andén y desaparece a lo lejos.
   Alzo la mirada y el ángel de la Victoria no está en su lugar. La columna se ha quedado vacía.






Notas de papel


   Tenía la ciudad en la punta de sus zapatillas de ballet y se sentó a descansar. Ella siempre fue la bailarina de la calle Colón. Desde niña se colaba en todas las audiciones del conservatorio para escuchar la música que los diferentes alumnos interpretaban. De todos los instrumentos prefería los sonidos del piano y del violín, aunque comenzaron a gustarle los tonos agudos de otros instrumentos. En esos pequeños conciertos, cerraba los ojos y se dejaba transportar por la música. 

   Una de aquellas tardes de ensayo, Ángela esperó a la salida del conservatorio a uno de los chicos que tocaba el violín, era el más alto y el de pelo más oscuro. Al verlo se dirigió a él, le sugirió que abriera ambas manos y puso entre ellas  muchas notas de música recortadas en papel. El chico sonrió.
    –Quiero que me regales el sonido del violín. –Le dijo la niña.
    – ¿Cómo podría hacerlo? –preguntó. Después de un breve silencio se dirigió a ella.
    –Tú solo debes escucharme cuando toco –le comentó el joven mientras guardaba las notas en su mochila.
    –Necesito que la música me llene, desde los pies hasta la cabeza –le volvió a replicar con una expresión brillante en los ojos.
    – ¿Y si toco el violín para ti, qué harías? –Le interrogó.
    –Bailaré. –Contestó ella.

    Al día siguiente llevó sus zapatillas, esperó al chico en la puerta del conservatorio y le suplicó que tocara.  El joven  alzó el arco, la acomodó sobre las cuerdas y la música comenzó a desprenderse del instrumento por el aire. Ángela la recibió sobre su cuerpo. Sentía como la lluvia le empapaba los sentidos. Con sus movimientos en un pentagrama imaginario bajo sus pies, alzaba los brazos dibujando las notas con su figura. Las calles fueron el escenario abierto para unas zapatillas y la música de un violín durante semanas.


  Después de muchos años,  reposa  e imagina en el mismo sitio, como si los recuerdos llevaran melodías en su cabeza y sonaran al mismo ritmo de una partitura, aguardando el regreso del violinista que una tarde la dejó sin música.





Fotografías y texto: Encarna Fernández Sánchez


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lunes, 11 de agosto de 2014

VERSOS QUE CAMINAN, PALABRAS QUE SUEÑAN. Colaboración de Consuelo Galiano

El principio en san Bartolomé

La barandilla de la plaza de san Bartolomé, era el escenario. Pasábamos de un lado al otro danzando, tal vez sea más correcto decir, imitando pasos de bailes que antes habíamos visto en la televisión en blanco y negro. Nuestro público eran las mamás, que sentadas esperaban pacientes el tiempo de llamarnos con un: – ¡Ya se acabó el juego, hay que recogerse, toca baño y cena! a lo que contestábamos con cara arrugada – ¡No, por fi un ratito más! Ellas reían nuestras artificiosas muecas, pero los paseantes, no algunos, sino muchos para nosotros, detenían por unos instantes su paso y sonreían ante nuestro teatro.

Cada día era distinto, unas cantábamos las canciones de Marisol, otras volaban como mariposas; con los brazos extendidos los hacían ondular al viento, cabriolas y sombras chinescas completaban el espectáculo. Dibujábamos en la pared del primer bloque de pisos, que asombradas vimos construir en esta plazoleta. También interpretábamos obras que nos inventábamos sobre la marcha. Salíamos a escena de una en una, nos movíamos ante un público entregado, y volvíamos a sentarnos en la fuente, nuestras bambalinas, después de cada actuación.  

Nuestro fan número uno, el dos y el tres y el cuatro y el… no los llegamos a conocer nunca, era don Ciriaco, el practicante, (ahora les llaman enfermeros), que debido a una extraña enfermedad nunca salía de casa. El hombre tenía instalado el estar, muy cerquita de su balcón, y allí a las cinco en punto establecía su puesto de vigilancia. No faltaba nunca, solo aquella vez que una ambulancia se detuvo en su portal, luego no lo volvimos a ver, hasta pasado mucho tiempo, tanto que los niños y niñas dejamos de serlo.



En reunión secreta, decidimos una tarde realizar una gran representación teatral en la plaza pequeña. Estaba situada a la izquierda de la puerta lateral de la iglesia. Era la que más nos gustaba a todas, por lo recogidita que se encontraba. Custodiada por cuatro naranjos, una fuente cantarina al abrigo de las miradas de los curiosos, nos protegía. De esta manera no alcanzaban a controlar nuestros ir y venir. Sobre un pretil con cuatro esquinas salientes unidas por otros cuatro semicírculos, y llena de aguas transparentes, unos peces de colores zigzagueaban entre pequeñas hojas caídas de los arboles. Una copa de piedra labrada, terminaba de proveer el encanto a nuestro lugar, ese al que ningún adulto podía entrar mientras las chicas y chicos estábamos. Si algún osado se aventuraba a traspasar el umbral de nuestra morada, el guardián le gritaba: ¡santo y seña!, provocando un coro de alegres y alocadas risas. La felicidad y la inocencia reinaban en esta plaza especial, cuajada de verde césped, y donde el amor comenzaba a hacerse presente.

Aquel día había conseguido que me pusieran el vestido más bonito que tenía, prometiendo en casa que lo cuidaría, y que no lo mancharía con nada. Pensé en no sentarme como todos los días en la fuente. Estaría de pie toda la tarde, y tendría cuidado con la Nocilla para no dejar la menor marca en el vestido.

Como yo era la más teatrera, siempre me pedían que hiciera números cada vez más difíciles, ante un público exigente. Con mí vestido nuevo, aquella tarde que inauguraron la fuente después de mucho tiempo de arreglos, salí a escena, recreé mi mejor drama sobreactuando; lo mismo lloraba que reía. Esto desconcertaba al público al que siempre atrapaba; los niños sin respirar, las niñas tratando de imitar mis gestos. Cuando hube dejado a todos encantados, volví, como sin darme importancia a la fuente. Me senté como todos los días, pero estaba tan embriagada de éxito, que me caí de espaldas con mi vestido nuevo.

Me levanté, como si hubiera sido parte de mi número, y caminé hacia mi casa, llorando por lo que sucedería, pero volviendo la cara de vez en cuando, sonriente, agradeciendo los aplausos de mi audiencia, que no se atrevió a acompañarme, por si repartían para todos.

Aquel día una bronca monumental, fue el principio de mi carrera de actriz dramática.


                                                                                                                                               CONSUELO GALIANO SANTIAGO (San)



miércoles, 2 de julio de 2014

PERFILES

Pedro Pablo García Aparicio

“Desde pequeño ya escribía, era como sacar afuera esas mariposas que revoloteaban nerviosas en mi interior. 
       Ahora escribo para poner un poco de magia y fantasía en mi vida.
       Me gusta despertar con la brisa de la mañana, tomar el primer  café en el bar del barrio y perder el autobús de las ocho.
       Nunca duermo solo, me encanta el olor de un libro nuevo y  sólo me derrota la mirada dulce de mis perros.
       También me gusta la lluvia, el color de las rosas , el olor de la gente y hace unos años me enamoré de Lisboa.”


                       

                     A CASA

                   De regreso a casa
                   en  el coche,
                   en la radio 
                   Fito y el amor después del amor,
                   a mi lado no hay nadie,
                   pero alguien me sonríe,
                   la brisa vuelve a entrar
                   por la ventanilla.


                                             Pedro Pablo García Aparicio



Más textos en poesía y prosa en el blog 'Al final de la noche'
   



                     

domingo, 22 de junio de 2014

Versos que caminan, palabras que suenan.


El día 20 asistimos a la presentación del libro 'VERSOS QUE CAMINAN, PALABRAS QUE SUENAN', publicado por 'Círculo Animas' en el cual han participado 28 autores/as, entre  poesía y prosa sobre Jaén. 

Entre los participantes en este libro, nos encontramos algunos compañeros y compañeras de 'Café de palabras'  como Cristina Piñar, Sara Martinez, Consuelo Galiano, José Miguel Prieto y Encarnación Fernández. 



Han colaborado en esta edición,  Rosario Sabariego, Rocío Biedma, Alvaro Lietor,  etc., entre otras conocidas personalidades de la  cultura, sobre todo jóvenes  que apuestan por la ciudad y su desarrollo.

La presentación se celebró en el Salón Mudejar, con una gran asistencia al evento.

Desde la asociación, los compañeros y compañeras, hemos participado con mucha ilusión en este proyecto, que nos ha dado la oportunidad de conocer y compartir el amor por las letras y por Jaén.


miércoles, 18 de junio de 2014

PERFILES

Miguel Prieto Palomino

“Licenciado en Derecho,  siempre llevo conmigo un  euro, a punto de perderlo cada tarde si alguien no me invita a un café.

Leo libros de cocina  para reconocer el aroma de sus fotos.

Sueño con cantar por soleá hasta el lucero del alba y conseguir esa Venus inalcanzable.

Admiro a  quién sabe explicar la  física, las matemática y el 
número áureo.”


La guitarra

Si alguna vez el rasgueo de una guitarra te dejara ausente, si el quejío del flamenco te traspasara hasta llegar al fondo de tu alma, entorna los ojos porque lo que sientes es tan puro como el reflejo del lucero en un cielo raso de noviembre…

Río que quiere ser mar, olas que a compás te llevan a Triana de la mano de un cante de  La Lole, manojito de piropos encendidos, donde hubo rescoldos hay fuego escondío.

No hará falta traje de volantes ni de lunares, tú eres mi inspiración y mi vida y mi sueño.

Tu cante, mi vino. Tu mirar, mi feria. Tu sentir, mi poesía.

Entonces la vida será la varita que se arranca del un olivo, siempre con hojas aunque nieve y haga frío. Así te quiero yo.

Escribir una soleá en el aire no se puede, si la tinta no es de aceite virgen extra y no se siente la lágrima que derrama.

Letras de flamenco, amores que han llegao donde han querío, no más lejos, unos besos por washap…parece poco, a mí me han vuelto loco.

A los flamencos le sobra , menos un juntarse a comer jamón, tener fresquito el fruto de vendimia  fina de Sanlúcar, unas gambas de Huelva bien cocías, unos camarones y dolerte, por bulerías, al sentir:

¡Ay! me voy a bordar tu nombre,

en las trenzas de mi pelo,

con hilillos de colores,

 pa que veas cómo te quiero.



José Miguel Prieto Palomino




Más relatos en el blog elJosemiguel2013




martes, 10 de junio de 2014

INSTANCIA CREATIVA

ILMO. SR. DIRECTOR GENERAL DE TRANSPLATES DE ORGANOS. CONSEJERÍA DE SANIDAD. JUNTA DE ANDALUCÍA.
D. Hinapio Pino Ocho, mayor de edad, con DNI nº 89.123,456 D natural y vecino de Tocha del Río, Jaén   domiciliado en calle Ñatas nº 69, a  VI.
EXPONE:
Que desde mi nacimiento padezco una malformación congénita que me impide relacionarme positivamente  con mis conciudadanos. Mi nariz es muy, pero que muy, muy grande.
Ya desde pequeño en la escuela me sentí marginado e incluso maltratado por robar oxígeno a mis compañeros y me llamaban Nariberto, “volcán de mocos”,  Pinueve,  Naristóteles, …etc. Huían despavoridos cuando estornudaba y sólo me miraban  cuando estudiábamos la forma de la península italiana: mi nariz era la bota. Cuenta mi madre que durante el largo rato de mi nacimiento,  ella tuvo un desconocido orgasmo. Mi padre advirtió que, según el dicho popular, tenían no un niño con nariz, sino una nariz con niño.
Sin embargo, la pobre de mi madre me  consolaba diciéndome que no es que tuviera la nariz grande, sino la cara un poquito echada para atrás. No me he podido acercar nunca a oler las flores porque éstas siempre salían corriendo.
Amargado me refugié en las drogas pero mis colegas tampoco querían compartir la coca conmigo, ya se imaginará por qué. Cuando me lavo los dientes tengo que separarme del espejo unos cuantos metros para no romperlo.
Buscando relacionarme, quise entrar en las redes sociales, lo intenté en facebock, en twiter, en tuenti,  pero tampoco pude, me fue imposible hacerme la foto del perfil.
Me alegré mucho leyendo a un poeta del siglo XVI que escribió: “A la nariz la dimensión se ajusta, de lo que a la mujer conviene y gusta" y quise utilizar el sexo como refugio para mi marginación,  pero tampoco. Imagínese su ilustrísima la enorme confusión en la cama y sobre todo en los episodios de sexo oral. Pues eso. Un día, estaba tan excitado que en mi loca carrera hacia lo que prometía ser una cita apasionada  caí al suelo y maté a un topo.
 Todo tiene sus ciertas ventajas, puedo proteger de la lluvia a mis pocos amigos, puedo fumar mientras me ducho y nunca llego tarde a las citas puesto que  al igual que “Cyrano de Bergerac” mi nariz llega siempre  diez minutos antes que yo.
Como imaginará, y debido a que tengo grandes problemas de cervicales causados por al peso, siempre he deseado que me operaran y me hicieran  una permuta  con mi órgano viril, pero mi precaria situación económica no me lo ha permitido nunca: he de hacer frente a un  gravamen que el Ayuntamiento me aplica por excesivo consumo de oxígeno.
 Por todo lo expuesto   
SOLICITO.
Realice las gestiones oportunas para que esa intervención quirúrgica se realice lo antes posible porque de lo contrario el día que me muera me tendrán que enterrar en una de mis fosas nasales.                                                                                          
                                           Tocha del Río, 16 de Diciembre de 2013


                                                                                                                                                                          Fdo.: Hinapio Pino Ocho


NOTA: Este texto se realizó utilizando como disparador creativo una instancia. Está escrito por nuestro compañero Carlos Peris Viñé.

jueves, 29 de mayo de 2014

La merienda de una tarde: pucheros y cafés

     Aquel lunes 16 de diciembre de 2013 no fue como todos, nuestra sala de trabajo de los lunes se llenó de niños y niñas con sus respectivas mamás, entraron a visitarnos con la curiosidad que unos ojos infantiles ponen  en sus descubrimientos.  Decían pertenecer a un club de lectura llamado El Puchero de los cuentos’; un grupo infantil con la colaboración de sus padres y madres (sobre todo madres).
 

     Nos preguntaron sobre nuestras reuniones y algunas dudas más  que les fuimos desgranando. Poco a poco  el ambiente se hizo más distendido y ocurrió que la sala se llenó de magia,   para deleite de todos/as, y saltó la chispa de proponerles un tema para escribir.  
 

     Carlos, maestro jubilado les propuso que escribieran un cuento con el siguiente pie forzado: " Érase una vez un niño ( o niña) llamado....que encontró una ánfora en la orilla del mar". La  propuesta se hizo extensiva también a las madres.
 
     Pedro se dirigió a ellos/as y dijo: ahora os toca a vosotras/os, debéis elegir un tema. Hubo una pequeña reunión, como cuando se apiñan en un partido a deliberar los puntos de acción. Al rato  expusieron el lema del último libro que habían leído: “La formidable fábrica del miedo”.

   Habíamos escrito el principio de un cuento, que se formuló para desarrollarlo   el 20 de Enero de 2014.

     Y llegó el día con zapatos nuevos. En el salón de actos de la biblioteca un público expectante  se juntaba para saborear  el encantamiento de la primera cita.

 
     Leyeron  las  niñas y  el  único niño, también las madres y un papá, y  nos dejaron una orilla repleta de ánforas y de sueños. 




                             

     Nuestra asociación Café de palabras, desplegó  sus diferentes fábricas de miedo, en las cuales, volvimos a ser niñas y niños escondidos en  nuestros textos, o quizá,  sólo agazapados en una hojita de laurel en un plato de lentejas que nos sirvió nuestro compañero José Miguel.


“LA FORMIDABLE FÁBRICA DE  MIEDO”

Tenían tantas ganas de ir a la excursión del cole que se acostaron temprano por ver si amanecía antes. No podían dormir, sólo pedían que la noche se pasara… yaaa!!!.
Cuando aquella mañana de lunes abrieron los ojos, todos los niños aparecieron en un plato de lentejas. Con sus patatas, zanahorias, cominos, aceite, tomate, cebolla y trocitos de chorizo La Maravilla, los mejores.
En el campo cada uno tenía que describir lo que había encontrado. Un melón, una sandía, una flor, una caca…
Lo que nadie sabía, la seño sí, es que allí había una fábrica abandonada,  toda pintada de colorao, las paredes rotas, el suelo roto, los techos … estaban bien, todo color Caperucita.
No había puertas, ventanas sin cristales, mesas sin patas, y una luz roja que no se sabía por dónde entraba.
También había unos raíles de tren y una vagoneta de hierro con forma de una muela grande, cuando se montaron, ¡ahhhhh!, automáticamente se puso en marcha y los llevó al plato de lentejas,  no sabían dónde, todo rojo. Ahhhh, un guisante apareció con la cuchara en la mano, no es un guisante, es un gigante, bueno, pero trae una cuchara y ¡estamos en su plato!.
 Todos se escondieron debajo de la hora de laurel que como no se come…. La cuchara les pasó muy cerca, muy cerca… uyyy Juanito, un poco más y te engancha.
Llegó su mamá y les dijo: vamos dormilones que son las siete y os vais de excursión. Al lavarse las manos todos las tenían colorás, como aquella fábrica abandona.
En el campo no había ninguna fábrica para los mayores de cien años, pero todos los demás sabían que allí estaba.
Desde entonces cada vez que comen lentejas aplauden a la hoja de laurel y gritan ¡¡¡viva el laurel!!!... Viva!!!
Las mamás no entienden nada, ellos sí.
 José Miguel Prieto Palomino

     La tarde fue una merienda, entre pucheros y cafés, como la título Pedro Martos  en su blog 'El balcón de  Wiwi'  (pinchar aquí) en la que contó desde su punto de vista su experiencia, que también fue la nuestra, la de  una asociación literaria y un club de lectura pequeño en tamaño, pero grande en ilusión, algo  que nos llenó de magia.



Texto y fotografías: Encarni Fernández